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Resonancias

Transversal Sonora

2020

Revista electrónica

El sonido del cosmos humano

Helena Bricio

Resumen:


El siguiente artículo tiene como punto de partida la contaminación acústica producida por el exceso de ruido en las ciudades, para relacionar el nivel de intensidad sonora de las acciones humanas cotidianas que producen esta contaminación con el sonido producido por el Big Bang. Pone de manifiesto diversas investigaciones sonoras llevadas a cabo por la NASA en torno al concepto de ruido cósmico la sonoridad en el espacio para establecer una correlación entre la ciencia que explora estos sonidos y la noción de ruido como elemento estético en el arte sonoro. Finalmente, concluye con la simbiosis que se produce entre los seres humanos y su cotidianidad y los sonidos espaciales gracias a la capacidad del ser humano para valorar ese “ruido” y crear posteriormente obras colectivas y pedagógicas centradas en él como las esculturas de los hermanos Baschet.

El sonido del cosmos humano


El Foro Económico Mundial analiza cuales son las ciudades más ruidosas del mundo cada año, y reportó en 2019 a Guangzhou, en China, como la ciudad más ruidosa. La contaminación acústica, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es uno de los factores ambientales que provoca más problemas de salud, desde dolores de cabeza, hasta estrés, y teniendo, según el servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos (NPS), un gran impacto ambiental y efectos adversos en la vida salvaje a pesar de ser algo invisible.

El ruido puede afectar a nuestra capacidad de concentración y memoria, lo que a su vez puede traducirse en un bajo rendimiento en el día a día. El oído necesita algo más de 16 horas de reposo para compensar dos horas de exposición a 100 dB y aunque una centena parece una cifra muy alta, los bares, restaurantes y terrazas pueden llegar e incluso superar los 110 dB. Sillas haciendo ruido al arrastrarse, sonidos metálicos de cubiertos, platos apilándose, voces en murmullo a distintas distancias de nuestros oídos, y una máquina de café que suena de fondo. Todo ello está plagado de tal cotidianidad que probablemente ya estén resonando esos sonidos en la cabeza del lector, sin que se pare a pensar que toda esta cantidad de decibelios concentrados en una terraza de un bar podría llegar a tener una intensidad superior a La Gran Explosión. Así es, el conocido como Big Bang, el punto inicial en el que se formó la materia, el espacio y el tiempo, de acuerdo con el modelo cosmológico, tuvo una intensidad sonora que se cree que no llegó a sobrepasar los 120 dBs, un nivel que se supera a ritmo de guitarra eléctrica y percusión infecciosa en cualquier concierto de música rock.

¿Cómo es posible saber la intensidad sonora del Big Bang si no había seres humanos que lo escuchasen? 

En 1965 se descubre la radiación de fondo de microondas (Cosmic Microwave Background, en adelante CMB), una forma de radiación electromagnética que llena el Universo por completo, y se convierte en una de las pruebas principales del modelo cosmológico del Big Bang y una reliquia de éste.

Gracias a la sonda Wilkinson Microwave Anisotropy Probe (WMAP) se pueden medir las diferencias de temperatura que se observan en dicho CMB, y estas variaciones de temperatura permiten deducir la magnitud de las ondas sonoras.

En 2013, John Cramer, investigador de la Universidad de Washington, reinterpretó las mediciones de ondas  CMB obtenidas por el telescopio espacial Planck, y publicó una  grabación que simulaba el sonido del Big Bang. Según Cramer, el nuevo espectro del nuevo telescopio llegaba a frecuencias mucho más altas que las del WMAP y, por tanto, a una fidelización sonora mayor. El análisis Planck pone de manifiesto que la radiación de fondo de microondas alcanzó su pico máximo a los 379.000 de la explosión, bajando su intensidad un 60% durante los 110.000 años posteriores y anteriores a este pico. La “grabación” de Cramer representa los primeros 760.000 años de evolución del Universo.

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Sin embargo, el astrofísico Mike Goldsmith explora la evolución de la materia hacia el sonido en su libro Discord: The Story of Noise y concluye con que el Big Bang fue una explosión repentina de energía, en la que comenzaron el tiempo y el espacio creando el Universo en sí mismo a medida que se extendía.


Según Goldsmith, al no tener espacio para expandirse, no pudo haber un medio a su alrededor en el que las ondas de sonido pudieran propagarse. Sin embargo, añade que, en términos cósmicos, el Universo no estuvo en silencio por mucho tiempo, porque 380.000 años después, (una mínima parte de su edad actual) se llenó de sonidos.

 

Cualquiera hubiese esperado que el origen del Universo hubiese ido acompañado de una especie de rugido aleatorio de ruido blanco, pero Goldsmith desmonta cualquier fantasía sonora examinando cuál es el verdadero amanecer del sonido en el capítulo A Silent Bang del libro, donde lo describe como una explosión silenciosa en un mismo tono y con una longitud de onda característica, producida por el ciclo de compresión y expansión en el que incidió la fuerza gravitatoria. La razón por la que hubo un
tono tan vasto y profundo en la infancia del espacio y el tiempo está estrechamente relacionada con uno de los aspectos más misteriosos e importantes de la historia del Universo: su estructura, variable en densidad y forma.

¿Entonces, si el Big Bang fue casi silencioso según Goldsmith, es el Universo silencioso? No exactamente. El ruido cósmico o ruido de radiofrecuencia galáctico es un ruido aleatorio que se origina en el espacio exterior, fuera de la atmósfera terrestre. Puede ser detectado por receptores de radio en frecuencias superiores a los 15 MHz con antenas de alta directividad apuntando hacia el Sol o hacia ciertas regiones del cielo como el centro de la Vía Láctea. Las principales fuentes de este ruido son el Sol, la Vía Láctea y otras fuentes cósmicas, designadas como radioestrellas, entre las que se incluye una fuente particularmente intensa en la constelación de Casiopea. 

Las sondas Voyager fueron enviadas al espacio en 1977, la Voyager 1 pasó por Júpiter y Saturno y la Voyager 2, además de esos dos planetas, visitó Urano y Neptuno. Donald Gurnett es uno de los investigadores principales de la misión Voyager, y es especialista en detectar las ondas de radio y su interacción con el viento solar o con los campos magnéticos de los planetas y traducir el resultado a un sonido distinguible, con la ayuda de un amplificador. Gurnett consigue así un misterioso ruido característico para cada planeta, que se puede escuchar en el canal de SoundCloud de la NASA y en Space Audio.

Al escuchar los distintos sonidos provenientes estas investigaciones en el espacio, el oyente puede empezar a relacionar el ruido cósmico con sonidos previamente escuchados en otras partes del mundo terrestre, sonidos industriales e incluso sonidos computacionales. La relación entre el ruido cósmico y la música es estrecha desde el nacimiento del arte sonoro y la experimentación futurista musical.

Una de las ideas de la filosofía futurista era la de valorar el ruido, sin connotaciones negativas, así como dotar  de valor artístico y expresivo a ciertos sonidos que anteriormente no habían sido considerados como musicales.

Si tan insignificante es el ser humano frente al Universo, a la materia infinita, al orden y al caos y al cosmos, ¿no sería posible que un factor diferenciador que hiciese al ser humano un ser extra cósmico fuese la capacidad de la valoración del ruido como arte?

El 11 de marzo de 1913, el futurista Luigi Russolo publicó su manifiesto El Arte de los Ruidos (original en italiano, L'arte dei Rumori): “En el siglo diecinueve, con la invención de las máquinas, nació el Ruido. Hoy, el Ruido triunfa y domina soberano sobre la sensibilidad de los hombres.”


Considerado como el primer compositor de música experimental por sus conciertos de ruido, inventó una críticada máquina, denominada Intornarumori, y consiguió que el ruido como concepto estético empezase a brotar en las mentes de aquellos que escuchaban sus obras, a veces con admiración, otras veces con recelo. Lo que quizá Russolo no podría imaginarse era que, años más tarde, con el nacimiento y concepción del arte sonoro, se desarrollarían distintas prácticas que favorecerían la participación pública en el entramado musical, facilitando incluso la pedagogía y estando intrínsecamente relacionadas con el ruido, el futurismo y las máquinas.

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Un ejemplo de arte sonoro participativo anticipado a su época fueron las esculturas sonoras Baschet. François y Bernard Baschet fueron pioneros de la Escultura Sonora, así como de la idea de la Interacción en los museos y espacios de arte. Mediante la creación en la década de los 50 de un tipo de escultura que invitaba al tacto y rompía los cánones museísticos establecidos previamente en los que el espectador participaba visualmente, pasaron a un plano táctil en el que la obra debía ser tocada por el visitante. El sistema del Cristal Baschet tendió puentes entre el mundo del arte más avanzado y el gran público, ya que no requería ningún conocimiento previo, simplemente frotar el vidrio con los dedos húmedos para dejarse llevar por las vibraciones y así, cada participante, crear su propio sonido.

Este tipo de arte sonoro se acercó también a la cotidianidad del ser humano, en simbiosis con el ruido mundano o aquel que
producimos cada día y que es el causante de la contaminación acústica. Además, las esculturas Baschet guardan una estrecha relación de parecido estético y físico-acústico con las sondas enviadas al espacio,
produciendo así una interacción similar con agentes externos en ambas situaciones, recogiendo sonidos, creando ruido y haciendo que los individuos productores de esa musicalidad reflexionen sobre la capacidad
sonora de uno mismo, sin necesidad entrar en materias infinitas como el espacio para ampliar el propio cosmos interior de cada ser humano.

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Bibliografía, referencias y web:


Escultura sonora Baschet: Retos históricos y actuales de la participación
pública. Martí Ruiz i Carulla. 2018.


Discord: The Story of Noise. Mike Goldsmith.


Sistemas de Telecomunicación. Constantino Pérez Vega et al. Servicio de
Publicaciones de la U. Cantabria. 2007. Capítulo 8. Ruido. Págs 255-263


El arte de los ruidos. Manifiesto Futurista. Luigi Russolo.


The Origins of Space Radio and Plasma Wave Research at the University of
Iowa. Donald A. Gurnett.


The Sound of the Big Bang. Planck Version (2013). John G. Cramer:

http://faculty.washington.edu/jcramer/BBSound_2013.html


https://www.nasa.gov


https://map.gsfc.nasa.gov

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