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Resonancias

Transversal Sonora

2020

Revista electrónica

Primero que nada, quisiera comentar que la redacción de este texto nace de una inquietud sobre la escucha, investigación y practica que he llevado a cabo a lo largo de los años como creador sonoro y oyente con el fin de exponer mis puntos de vista personales acerca de lo que he podido contemplar de mis influencias como de lo escuchado en el escenario limeño de creación sonora.

La palabra drone ha estado muy presente en el vocabulario de la escena emergente de artistas sonoros en Lima y de su público también. Este concepto ha ido ganando terreno en estos últimos 2 años y he sido testigo de que su utilización es cada vez más común. El drone es un concepto muy delicado, tan delicado como atribuir el adjetivo de música experimental, que usualmente se usa para describir cualquier manifestación sonora que el espectador no haya escuchado antes o que simplemente le suene raro; pues yo he oído decir de artistas que más suenan a un paisaje sonoro de influencias minimalistas tonales, comentarios como “Aaah eso es drone”, o de paisajes sonoros creados con platillos y cuencos tibetanos decir la misma expresión. Debido a esto me gustaría ahondar de forma muy breve en la historia y desarrollo de esta manifestación sonora para poder acercarnos a la matriz de su surgimiento y poder expandir desde allí algunas reflexiones personales que me gustaría compartir.

La Monte Young, un nombre que es probablemente tan resonante como una frecuencia que se expande durante horas, pues esta persona fue la piedra angular de influencia para que creadores como Terry Riley, Brian Eno, Pauline Oliveros, Phill Niblock o Glenn Branca creasen conceptos sonoros relacionados a la expansión del sonido sobre el tiempo y su evolución tímbrica dentro de ello. La Monte Young estuvo altamente influenciado por los ragas de Ali Akbar Kahn, sobre todo por la idea de sostener tonos largos de sonido y acordes constantes sin variaciones que produzcan una atmósfera de hipnosis o de trance que probablemente surgen de las mismas lineaciones de la psicodelia de los años 60. De esta forma Young rompe con algunas particularidades de lo que el concepto de música podía brindar en este entonces, reformulando estructuras y concepciones como el tiempo, ritmo, melodía, discurso y forma. Uno de sus proyectos más prolijos que exponen esta nueva concepción de hacer “música” es sin duda The Theatre of Ethernal Music, ensamble pequeño formado por varios instrumentistas y por la acérrima colega de La Monte Young, Marian Zazeela; el album Dream House 78’ 17” es un vasto y amplio territorio de sonidos largos generados por instrumentos y oscilaciones vocales estrepitosas que aparecen repetitivamente, algunas veces en consonancia con los sonidos largos generados por los instrumentos y otras veces en contrastes frecuenciales con estos mismos. Tomando este trabajo como ejemplo, el concepto de drone, hasta este punto, es básicamente un sonido largo y constante que se utiliza como principal recurso en una composición, y es así como La Monte Young, principal exponente de esta corriente nos lo explica en la acción de Dream House 78’ 17”.

Eliane Radigue, compositora francesa, alumna de Pierre Boulez, desarrolló con su sintetizador ARP 2500 (sintetizador que utilizó por 30 años para crear piezas sonoras) paisajes sonoros de frecuencias constantes que casi nunca (pero no en todo su trabajo) varían en altura, pero sí en amplitud y en timbre. Además, une grabaciones de campo (técnicas aprendidas por Boulez y su trabajo en música concreta) de forma muy exquisita y calculada. Una pieza que nos explica la visión de Radigue es sin duda Islas Resonantes.

Me atrevería a decir que Eliane, es tan importante en el desarrollo del drone de forma electrónica como lo es La Monte Young, en el campo acústico. Pues ambos exhiben nuevos conceptos creativos basados en la suspensión de sonidos longitudinales como matriz compositiva y unificadora.

Este recurso va evolucionando y transformándose a lo largo de los años, mutando sus aproximaciones en manos de artistas como Stars of the Lid, Tim Hecker, Ben Frost, GY!BE (Godspeed you! Black Emperor), William Basinski, Fennesz, Eluvium, Rafael Anton Irisarri, Jefre Cantu Ledesma, Chris Herbert, etc. En ellos podemos encontrar que el recurso del drone ha ido plantándose desde diversas perspectivas, dejando de ser, tal vez, el cimiento y pasando a convertirse en un elemento más del paisaje o en una capa sonora que es pieza de una masa más grande. Por ende, he podido apreciar a lo largo de este recorrido histórico, que el drone no es simplemente un sonido llano y largo, que tampoco es un estilo musical o un género, si no más bien un recurso sonoro de características espacio temporales cuya riqueza yace en su cualidad tímbrica, frecuencial, consonante o disonante, en su amplitud y en su origen (acústico, electroacústico, electrónico o híbrido). Puesto que no es lo mismo decir un “Om…” que un “Ah!...” o un “ti…” y no es lo mismo decir cada uno de estos monosílabos en una altura frecuencial aguda o en una grave. No es lo mismo escuchar a Tim Hecker crear un drone frecuencial armónico acompañado de ruido blanco y superpuesto con una melodía pianística a baja amplitud, que escuchar a GY!BE creando un drone con llaves inglesas frotando cuerdas de guitarra eléctrica, procesada por pedales de distorsión, delay y reverberación. Ambos ejemplos son sonoridades extensas en el tiempo, pero no son iguales, tímbricamente, frecuencialmente, espacial y estructuralmente no son lo mismo. Y aquel que se percate de esto a detalle, le aseguro que tendrá un mayor goce al escuchar a artistas sonoros que utilicen al drone como recurso creativo.

Algunos reseñadores, músicos, improvisadores, sellos discográficos, experimentadores del sonido, hasta incluso los mismos artistas sonoros caen en el error de dirigirse al drone como un género o estilo musical y debido a eso, creo yo, se generan diversos malentendidos que circulan entre los espectadores y creadores de escenas sonoras y que, en el peor de los casos, limita el significado de este concepto y lo reduce a: “música creada por una nota larga, plana o llana”. Entiendo que existe siempre un necesidad de nominar o categorizar determinadas expresiones artísticas, pero no podemos tratar al drone como una de ellas, pero sí como un recurso o uno de los miles de métodos que existen para esculpir el sonido. Es por eso que prefiero dirigirme a estas manifestaciones contemporáneas no ortodoxas como arte sonoro; ya que, el creador de este arte principalmente se basa en esculpir el fenómeno del sonido desde sus propios lineamientos, abstracciones, influencias y experiencias.

Ahora, dentro de la escena limeña de artistas emergentes como los que el colectivo Deshumanización se ha encargado y encarga de brindar espacios para manifestar sus expresiones sonoras, la idea de la creación utilizando el drone se manifiesta de forma muy latente. Artistas como Rodolfo Ontaneda, Christian Ortega, Marcelo Mellado, Kevin Salkeld, Ian Duclos, Notice Distress Signals (Viena), Paundra y Árbol; despegan sus esculturas sonoras utilizando discursos y paisajes que son influencia, muchas veces directa, de exponentes y desarrolladores del recurso del drone en el mundo. Los paisajes de Marcelo Mellado, Rodolfo Ontaneda y Christian Ortega se caracterizan por paisajes de drones ásperos, ruidosos, metálicos y guitarrísticos que se asemejan (solo en cualidades sonoras más no en forma) a los de GY!BE; Kevin Salkeld utiliza sonoridades más distorsionadas y largas que podrían llevarnos a recordar a Sun O))), Stephen O’Malley o a Earth. Ian Duclos, Notice Distress Signals y Árbol; por otro lado, desarrollan el drone con recursos electrónicos que pueden desembocar en sonoridades como las de Fennesz, Rafael Anton Irisarri, Tim Hecker, Stars of the lid o Ben Frost. Todos los artistas mencionados abordan y trabajan al drone desde su íntimo discurso creador y experimentan dándole matices únicos y propios, modificando, como dije previamente, sus cualidades tímbricas, frecuenciales, espaciotemporales, de altura, o de origen, etc. Pero dicha exposición de esta experimentación es tan variada y tan divergente que es súbito error catalogarla bajo un término o categoría de género o estilo llamado: drone.

 

Gracias

 

Diego Faucheux

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